Rosa, ¿el color de las niñas?

El museo del traje de Madrid nos brinda la oportunidad con su exposición temporal ''La vie en rose'' de hacer un recorrido sobre la historia del color rosa, y como éste nos afecta a nuestras percepciones de manera consciente e inconsciente.


Su aparición se remonta a la Antigüedad y a la Edad Media, se ha asociado siempre con el color de la piel y del maquillaje. Si bien, en la Edad Media es un color que estaba reservado a la nobleza. Asimismo, en cuanto a la simbología cristiana tiene una fuerte asociación a lo celestial o milagroso.

La aparición del primer tinte artificial, logró por consiguiente su abaratamiento. A finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se había extendido a toda la población, los hombres adoptaron una posición opuesta a lo colorido. El rosa se ve muy presente en las modas para mujer, en los productos de belleza o incluso en objetos cotidianos. Asimismo, el rosa puede tener una connotación de exceso, de lujuria, de mal gusto o de independencia. En el mundo contemporáneo se le ha dado infinidad de significados y ha demostrado el potencial de un color estigmatizado a veces por su propio atractivo.

En el siglo XVIII el color se empleaba en la indumentaria de ambos géneros. En la paleta del rococó destacaron el azul cielo, el amarillo suave, el nuevo verde celadón y el rosa claro. Se hablaba así de ‘’gusto francés’’ por la predilección que sentían la reina María Antonieta y la marquesa Madame de Pompadour por este color.

Se observa la riqueza cromática en la indumentaria de la Iglesia. En el siglo XIX el hombre burgués reduce el uso del color a chalecos o corbatas. En esta época la mujer se convierte en protagonista absoluta de la moda. Las mujeres llevaban grandes faldas, característica que las diferenciaba de las mujeres pobres, y sus padres o maridos presumían de este signo de ostentación.



A mediados del siglo XIX se asienta el conocido ‘’traje de luces’’ para los toreros, momento en el que ya estaba de moda el color rosa y como bien sabemos los toros están muy asociados a la religión. El matador viste de rosa como resucitado. Es por ello, que el lado del capote rosa simboliza la buena suerte y por contraposición, el lado amarillo la mala suerte.


A finales del siglo XIX durante la Belle Époque, las mujeres de 30 años abandonaban los colores brillantes por los tonos pastel, como el rosa palo o desvaído y se dio gran uso del polisón. En el siglo siguiente será todo lo contrario, las mujeres independientemente de su edad vestirán de todos los colores, y en el caso del rosa, se verá intensificado. Esta euforia cromática se ralentizará con la Primera Guerra Mundial. Habrá que esperar hasta los años veinte para que el rosa combinado con el brillo de los cristales vuelva a estar de moda.



Tras la gran guerra se descubren los brazos y las piernas, y el tono de la piel adquiere relevancia y con ello el color rosa. Durante este periodo se asocia el rosa al pensamiento débil, puede que debido a estos antecedentes durante la II Guerra Mundial, el régimen nazi decidió señalar a los homosexuales recluidos en campos de concentración con un triángulo rosa en su vestimenta.



Durante los años 50 tuvo lugar la difusión del conocido traje sastre rosa de Chanel que lució Jackie Kennedy. Toda la Alta Costura de la época, que residía en París con Dior, Balenciaga, Fath, Balmain, Dessès, etc., trabajaron el rosa en sus distintas variables. Si bien, se trataba de subrayar la feminidad a golpe de rosa, los productos dirigidos a mujeres adoptan también este color con frecuencia, no sólo como objetos, sino también en su imagen comercial representada a través del ‘’packaging’’ o la publicidad. En el siglo XX el rosa tuvo un protagonismo destacado tanto en la alta moda como en el mercado de masas.


¿El color de las niñas? A partir de los años 50 fue cuando el rosa se impuso como símbolo de feminidad y se fue instaurando a la ‘’imagen de marca’’ de los productos para niñas’’. Esto se ha visto potenciado con las arrolladoras estrategias de marketing. Esto puede dar lugar a la aparición de procesos de exclusión que afectan a niñas y niños que no se identifican con el criterio impuesto.




Por último, podemos ver en las siguientes imágenes y ordenados de izquierda a derecha, majestuosos vestidos de Lorenzo Caprile (2016), Givenchy (1992) y Loewe (años 70).


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